"...Deberíamos atribuir a la naturaleza humana una tendencia compulsiva al movimiento en el sentido más amplio de la palabra. El acto de viajar contribuye al bienestar físico y mental, mientras que la monotonía de la sedentarización prolongada o el trabajo regular provocan en el cerebro ondas que causan fatiga o sensación de desasimiento. Buena parte de lo que los etólogos han agrupado bajo el concepto "agresión" no es sino una respuesta airada a las frustraciones del confinamiento.
La necesidad primaria del movimiento ha sido puesta de relieve por los estudios recientes sobre la evolución humana. El antropologista Jhon Russell Napier ha mostrado que la marcha rápida es una adaptación única entre los primates, hecha para cubrir grandes distancias en las sabanas salvajes. La marcha bípeda hizo posible el desarrollo de la mano hábil, y esto provocó el agrandamiento del cerebro en nuestra especie.
Todo niño humano muestra un instintivo deseo de movimiento. Con frecuencia, los niños lloran simplemente porque no pueden permanecer quietos. Los niños llorones son un espectáculo difícilmente observable en las caravanas nómadas, y la tenacidad con que los nómadas se aferran a su modo de vida, así como su perspicaz vigilancia, reflejan la satisfacción de hallarse en perpetuo movimiento.
Como sedentarios que somos, liberamos nuestras frustraciones mediante el viaje y la puesta en movimiento. La Iglesia medieval instituyo la peregrinación a pie como cura de la melancolía homicida..." En el capítulo "Invasiones Nómadas" del libro: ¿Qué hago yo aquí?, de Bruce Chatwin.
Bruce Chatwin, autor de "Qué hago yo aquí?" |
Los escritores pueden clasificarse en dos tipos en función de la materia prima de sus escritos: los que viajan y los que no. Bruce Chatwin está claramente inscrito en el primer grupo y, dentro de este, es de aquellos que, cuando nos aproximamos a su obra, no es fácil como lector distinguir si lo que está uno leyendo es ficción o autobiografía.
Ryszard Kapuściński estaría dentro del mismo grupo, viajero y autobiógrafo y Paul Bowles estaría en el otro subgrupo, viajero y narrador de ficción. Muy de lejos, a una distancia de siglos de diferencia, tendríamos a Marco Polo, uno más de los escritores viajeros y además autobiógrafos. Curiosamente los cuatro han sido muy alabados por algunos, a la vez que poseían no pocos detractores.
Desde mi punto de vista estos autores, lo que hacen al narrar, es tamizar el poso de sus experiencias vitales o de los relatos escuchados de primera mano a través de un filtro que les permite convertir el caos de la vida real en una historia abarcable en el formato de un libro. La realidad, los sucesos que vivimos o que vemos vivir a otros, son imposibles de ser transcritos al papel de manera literal. Ninguna cosa que suceda es una historia cerrada. De ella siempre cuelgan pequeños flecos invisibles al ojo del narrador, ya que muchos factores subjetivos nos pasan desapercibidos.
Los escritores mencionados ficcionalizan la realidad para acercarla al lector. O como dijo Nicholas Shakespeare de Chatwin: "Bruce no cuenta medias verdades sino verdad y media".
¿Qué hago yo aquí? es el libro ideal para el que disfrute de entrevistas a personajes ilustres, desde André Malraux hasta Nadezhda Mandelshtam y cuyo título es una cita de Arthur Rimbaud, poeta maldito y viajero impenitente, además de traficante de esclavos... un referente para el aspirante a aventurero y hombre de letras.
cuadernodelcampo.blogspot.com
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