(ENTRADA ANTERIOR: De Jaca a Santa Cilia de Jaca)
El camino aragonés no es tumultuoso. No vi ni un peregrino en toda la etapa.
A la salida de Santa Cilia de Jaca te introduces en una senda sombría de unos 3 km. que baja hasta la margen del río.
Toda ella está llena de figuras, hechas con piedras amontonadas por los peregrinos, que le da al lugar un aspecto fantasmal, cambiando completamente la fisionomía de unas orillas que deberían ser apacibles para la vista.
Cuenta el viajero y escritor Bruce Chatwin que, en el Tibet, "...los pequeños montones de piedras que bordean los senderos, son para recordar que el verdadero hogar del hombre no es la casa sino la ruta, y que la vida en sí misma es un viaje que hay que hacer a pie." (Del libro "¿Qué hago yo aquí?").
Arrés está en la cima de un monte. Son solo unas cuantas casas, pero deslumbra verlo allá arriba mientras vas llegando por el empinado
sendero. Yo tenía reservada una habitación para dos noches en El Granero del Conde, estupenda posada rural, espaciosa, bien iluminada y con vistas al Pirineo. La comida también era buena y con un precio razonable (hoy encarecida, según cuentan).
Visité el albergue, que se mantiene con los donativos de los peregrinos. Familiar y acogedor. El hospitalero (de vocación) fue muy amable y me invitó a un té.
Me quedé dos días en Arrés porque quería recorrer el antiguo camino de peregrinos que iba de Puente la Reina de Jaca a Berdún (y que continuaba hasta el monasterio de Leire y castillo de Javier) actualmente abandonado por las nefastas actuaciones sobre el pantano de Yesa en el río Aragón.
En el camino a Berdún aprendí dos cosas: que no hay puentes sobre el Gallego desde Berdún hasta Puente la Reina de Jaca y que las márgenes de la carretera nacional (Jaca-Pamplona) no están hechas para peregrinos. Literalmente, me jugué la vida volviendo desde Berdún a Arrés por el otro lado del río. Eso sí, el paisaje de esta zona (las “margas” grises) es impresionante.
El mejor recuerdo de Arrés: su puesta de sol.
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