(ENTRADA ANTERIOR:De Arrés a Artieda)
Una etapa difícil de olvidar para el peregrino, sobre todo por su dureza.
Al salir de Artieda recorremos uno de los mejores senderos del Camino: un bosque de robles al que le han arrebatado un estrecho sendero, siempre a cubierto por las ramas, a través del cual, de tramo en tramo, vas divisando el pantano. Casi al terminar esta senda, nos encontramos con las ruinas de la Iglesia de S. Juan Bautista, penosamente cubierta por un tejado de uralita.
Poco después, comienzas a ver a lo lejos la torre del imponente castillo de Ruesta.
Este ha sido uno de tantos pueblos sacrificados en Aragón por la política española del agua. Cedido posteriormente a la CGT, se han rehabilitado dos casas como albergue de peregrinos. Un buen sitio para dormir si no te molesta la soledad sobrecogedora de estos lugares.
Me tome una Coca Cola en la terraza y proseguí camino hacia Undués. Me esperaba una cuesta de ocho kilómetros y medio, en continua ascensión y sin una sombra, y que recuerdo como una de las peores del camino (junto con la de Mostelares en Burgos y la de O'Cebreiro). Cuando llegas arriba y se abre el paisaje, también se te abre el alma. Crees que Undués -al que divisas a lo lejos- va a estar cerca, pero estas tan cansado que el pueblo parece que se aleja. Aún así, es un hermoso y solitario camino que, después de unas cuantas subidas y bajadas, termina en un trecho de calzada romana.
Albergue de Undués de Lerda |
Cuando a las tres la tarde llegué al bar del pueblo (donde dan comidas), me tuvieron que quitar la mochila de los hombros. El albergue, situado en la “falsa” de una típica casa aragonesa, solo disponía de una gran sala sin tabiques llena literas. Conseguí una junto a un ventanuco donde vi anochecer mientras me dormía ¡a las 9 de la noche!. Estaba reventada.
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