(ENTRADA ANTERIOR: PRIMERA ETAPA: De Saint Jean Pied de Port a Roncesvalles)
Salir de Roncesvalles bajo la lluvia es lo normal. Lo abandonas por una senda entre árboles próxima a la carretera. Caminar pisando hojas con lluvia ligera, oliendo a bosque y con un paisaje de montes verdes entre la niebla, es lo mejor que se me ocurre para empezar la mañana.
Estamos a 790 km. de Santiago.
Al poco de abandonar el Caserío, se pasa por delante del Crucero gótico de los Peregrinos, a la izquierda de la carretera. Más allá, el camino atraviesa el bosque de Sorgintarizaga, conocido también como “Robledal de las brujas”, creo que por alguna hazaña de la inquisición sobre los vecinos de Burguete.
Un poco más adelante se llega a esta localidad. Sus esplendidos caseríos, exquisitamente rehabilitados, me dejan con la boca abierta. Nada que ver con “el territorio más malditamente salvaje de los Pirineos” como lo definió Hemingway, alguna de las veces en que anduvo por estos lugares.
No hay gente por las calles y echo de menos el bullicio del Sur. Desayuno en un bar de la carretera, pegado al frontón. Me gustaría recordar como se llamaba porque me sirven un inolvidable bizcocho de limón junto con el mejor café de la ruta.
Atravesamos el pueblo pasando por delante de la iglesia renacentista de San Nicolas de Bari (cerrada). Un poco más adelante, junto a las oficinas de un banco a la derecha de la carretera, la flecha amarilla nos lleva hacia un desvío -no muy bien señalizado- que no debes pasarte porque la opción alternativa es ir por el arcén de la carretera hasta Espinal. Te perderías un camino de arroyos, bosques y montañas hasta donde alcanza la vista. Una delicia.
Pasos de arroyos en el tramo de Burguete a Espinal (por el interior) |
Tras atravesar Espinal, nos dirigimos hacia el alto de Mezquiriz (955 m.) por camino de tierra rodeado de pinos y arbustos. Casi no te das cuentas de que has llegado (subida suave) salvo por las consabidas antenas y la señal al cruzar la carretera. Antes de llegar te encuentras con la estela dedicada a Nuestra Señora de Roncesvalles.
A través de una cancela metálica, nos introducimos en un impresionante bosque de hayas que continúa por un sendero empedrado, hasta Viscarret, el final de mi segunda etapa.
En Viscarret había reservado -hacía veinte días- en la Posada Nueva una habitación exterior con baño (45 € sin desayuno) pero, cuando llegué, un grupo había ocupado todas la habitaciones. Esto es algo que, lamentablemente, ocurre mucho en el camino. Lo mejor es reservar por e-mail y llamar el día anterior para confirmar la reserva.
Al final, me dieron una habitación privada de alguien de la casa y estuve bastante bien, a pesar de que llovía y no pude aprovechar el coqueto jardín que se entreveía en el lado derecho de la posada.
Disfruté de la comida que me dieron en el Bar Dena Ona, al comienzo del pueblo. Un excelente bacalao al ajoarriero con un plato de tomate de la zona y una cuajada casera por unos 11 €.
Por la tarde, un corto recorrido para ver la iglesia y las cuatro casas de Viscarret (hay supermercado!), seguido de caminata en ascenso por uno de los montes que bordean el pueblo junto a la carretera. En el horizonte, el valle de Erro y sus aldeas.
Buen paisaje y un chaparrón de primera.
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