"En la Patagonia" es otro de los libros del fascinante escritor y viajero Bruce Chatwin.
Dicen que este libro, su primera obra, supuso un cambio en el concepto de la literatura de viajes. No es un libro fácil, pero deslumbra (a Chatwin hay que leerlo con la cabeza en las nubes y la mano en el buscador de Google). Chatwin viajó durante los años 1974 y 75 por Argentina y Chile, desde el estuario del Plata hasta la Tierra de Fuego y -más allá- hasta el cabo de Hornos y Ushuaia, la ciudad más austral del planeta. El libro apenas contiene descripciones geográficas, no es un libro de viajes al uso que busque tal o cual monumento o lugares sorprendentes en el paisaje... ni siquiera se guía por la gran historia de ese país. Lo que de verdad le interesa a Chatwin es la gente con la que se va encontrando y las pequeñas historias de los personajes que han pasado por allí. Son relatos de exiliados y fugitivos, soñadores, emprendedores y vencidos que han quedado varados en esas tierras del fin del mundo y que han hecho de la Patagonia lo que hoy es.
"El año en que las naciones de Europa marcaban el rumbo del siglo 19 en la llanura de Waterloo, en los estrechos de Murray nacía un niño que habría de contribuir modestamente a marcar el del siglo XX. Su lugar natal fue un cobertizo de troncos verdes, terrones cubiertos de hierba y pieles de foca malolientes. Su madre cortó el cordón umbilical con una valva de mejillón filosa y le estrujo la cabeza contra su pezón cobrizo. El pezón fue durante 2 años el centro de su universo. Iba con él a todas partes: a pescar, a recoger bayas, a navegar en canoa, a visitar primos o aprender los nombres -tan complejos y precisos como el latín de Linneo- de todo lo que nadaba o brotaba, se arrastraba o volaba. Un día el pezón tuvo un sabor repulsivo, porque su madre lo había untado con sebo rancio. Además, le dijo que ahora que podía mascar un bisté de foca debía ir a jugar con críos de su edad. Entonces su padre se hizo cargo de su educación y le enseño a estrangular cormoranes, a matar pingüinos a palos, a ensartar cangrejos y arponear focas. El niño aprendió todo lo relacionado con Watauineiwa, el Viejo del Cielo que no cambiaba nunca y odiaba el cambio y con Yetaita, el Poder de las Tinieblas, que se abalanzaba sobre los holgazanes y del que uno podía librarse bailando. Ya aprendió las leyendas que circulaban en todas las épocas por las mentes de todos los hombres: la de la foca enamorada, la de la creación del fuego, o la del gigante con un talón de Aquiles, o la del colibrí que liberó las aguas embalsadas. El niño se crió sin miedo y leal a las costumbres de su tribu..."
Pag. 155 de "En la Patagonia"
Bruce Chatwin, autor de "En la Patagonia"" |
Hay una buena reseña de "El País" que se adelanta a mi propuesta de recorrer la Patagonia con el libro de Chatwin bajo el brazo: https://elpais.com/elpais/2014/12/06/viajero_astuto/1417877996_141787.html
Me gusta tu curiosidad inquieta, anhelando conocer lugares remotos y espacios vírgenes.
ResponderEliminarSabes que yo soy de otra pasta, pero admiro y disfruto leyendo tus pensamientos viajeros.