¡Qué placer su lectura con un mapa en la mano!
Y qué emoción seguir sus explicaciones en un viaje de verdad por sus orillas!.
"El Rin es el río del que todo el mundo habla y que nadie estudia, que todo el mundo visita y que nadie conoce, que se ve al pasar y que se olvida corriendo, que toda mirada roza y en el que ningún espíritu profundiza...". Estas palabras pertenecen al prólogo con que Victor Hugo iniciaba, en 1842, la primera edición de El Rin.
Y es que, durante los tres viajes sucesivos realizados en 1838, 1839 y 1840, había recorrido el Rin más romántico, poético y evocador que se haya descrito jamás.
La impresión que el Rin dejó en Victor Hugo fue tan intensa, que no solo volvió a repetir el viaje en cuatro ocasiones más, sino que de su visión histórica y romántica extraería la materia para su trilogía Los Burgraves (1843), en la que –en una de sus páginas– lo recuerda así: "Este viaje de un caminante oscuro... no fue más que la larga y peregrina excursión de un anticuario y de un soñador." (Prólogo de Roberto Mansberger)
El Rin: De Lorch a Bingen
"El camino giró y me detuve bruscamente. He aquí lo que se ofrecía a mis ojos. A mis pies, el Rin, que fluía y se apresuraba entre matorrales como un murmullo ronco y furioso, como si escapase de un mal trance; a derecha e izquierda, montañas o más bien grandes masas de oscuridad cuyas cimas se perdían entre las nubes de un cielo sombrío tachonado por alguna que otra estrella; al fondo, por el horizonte, un inmenso telón de sombra; en medio del río, a lo lejos, de pie en una agua plana, aceitosa y como muerta, una gran torre completamente negra, de una forma horrible, de cuyo remate salía, agitándose en un balanceo extraño, una especie de nebulosidad rojiza. Aquella claridad, que parecía la reverberación de algún tragaluz incendiado o el vapor de una hoguera, proyectaba sobre las montañas una irradiación pálida y macilenta, hacía que se destacasen a mitad de la ladera de la orilla derecha unas lúgubres ruinas semejantes a la larva de un edificio, y llegasen hasta mí en el espejo fantástico del agua. Aparte de esto, ni un ruido humano, ni un graznido de ave; un silencio glacial y sombrío, solamente turbado por la queja irritada y monótona del Rin. Tenía a la vista la Mäusethurm."
(El Rin. Pag.159. Trad.: Roberto Mansberger)
"El camino giró y me detuve bruscamente. He aquí lo que se ofrecía a mis ojos. A mis pies, el Rin, que fluía y se apresuraba entre matorrales como un murmullo ronco y furioso, como si escapase de un mal trance; a derecha e izquierda, montañas o más bien grandes masas de oscuridad cuyas cimas se perdían entre las nubes de un cielo sombrío tachonado por alguna que otra estrella; al fondo, por el horizonte, un inmenso telón de sombra; en medio del río, a lo lejos, de pie en una agua plana, aceitosa y como muerta, una gran torre completamente negra, de una forma horrible, de cuyo remate salía, agitándose en un balanceo extraño, una especie de nebulosidad rojiza. Aquella claridad, que parecía la reverberación de algún tragaluz incendiado o el vapor de una hoguera, proyectaba sobre las montañas una irradiación pálida y macilenta, hacía que se destacasen a mitad de la ladera de la orilla derecha unas lúgubres ruinas semejantes a la larva de un edificio, y llegasen hasta mí en el espejo fantástico del agua. Aparte de esto, ni un ruido humano, ni un graznido de ave; un silencio glacial y sombrío, solamente turbado por la queja irritada y monótona del Rin. Tenía a la vista la Mäusethurm."
(El Rin. Pag.159. Trad.: Roberto Mansberger)
La Mäuseturm en la actualidad (Foto de TripAdvisor. Goeranv.) |
Nada queda ya de aquel pavor gótico que Victor Hugo experimentó al ver las ruinas de la Mäuseturm (Torre del Ratón). El rey Federico Guillermo IV mandó restaurarla en 1856, con el resultado preciosista con que hoy aparece. Sin embargo, justo enfrente de esta torre, se yerguen los restos del castillo de Ehrenfels, afortunadamente sin reformar. Las piedras de sus murallas han quedado reducidas a desmontes y bancales para los viñedos aterrazados.
Contemplando las aguadas de Turner aún podemos imaginar como debía ser este castillo cuando todavía se hallaba rodeado de bosques y peñascos.
El castillo de Ehrenfels, envuelto en la niebla, en la actualidad |
"La parte del río mas famosa y mas admirada, la más rica para el geólogo, la más curiosa para el historiador, la más importante para el político, la más bella para el poeta, es el tramo del Rin central que de Bingen a Koenigswinter cruza de levante a poniente el negro caos de colinas volcánicas que los romanos llamaron Alpes de los Cattos.
Se encuentra aquí el famoso trayecto de Maguncia a Colonia que casi todos los turistas hacen en catorce horas en los largos días de verano. De esta manera se tiene una visión deslumbrante del Rin, pero nada más. Cuando un río es rápido, para verlo bien hay que remontar su curso, no al revés. Por lo que a mí respecta, como sabes, he hecho el trayecto de Colonia a Maguncia y he tardado un mes"
(El Rin. Pag.244. Trad.: Roberto Mansberger)
Se encuentra aquí el famoso trayecto de Maguncia a Colonia que casi todos los turistas hacen en catorce horas en los largos días de verano. De esta manera se tiene una visión deslumbrante del Rin, pero nada más. Cuando un río es rápido, para verlo bien hay que remontar su curso, no al revés. Por lo que a mí respecta, como sabes, he hecho el trayecto de Colonia a Maguncia y he tardado un mes"
(El Rin. Pag.244. Trad.: Roberto Mansberger)
*Recorrido por la Ruta de los Castillos del Rin. Parte I. Bingen. https://paradaconfonda.blogspot.com/2015/11/recorrido-por-la-ruta-de-los-castillos.html
*El tramo que discurre entre Rudesheim y Coblenza es el más bello que ofrece el Rhin: https://viajar.elperiodico.com/destinos/los-castillos-del-rin
Unos días después de publicar esta entrada, he sabido que la autora de "Canticles of Ecstasy", era la Hildegarde de Von Bingen de la que hablan las guías y blogs que describen estos parajes del Rhin.
Mujer extraordinaria donde las haya, nació en Bermersheim, a 50 km. de Bingen. Sus restos se conservan en la Abadía de Santa Hildegarda en Eibingen, un lugar de inexcusable visita si pasamos por esta localidad. En el convento, las hermanas benedictinas producen vino, alquilan habitaciones (60 €. en 2015) y venden sus productos en la tienda de la abadía. Continúan cantando -como Hildegarda- la misa de las 7,30 de la mañana y las Visperas.
La Abadía de Sta. Hildegarde en Eibingen. THOMAS LOHNES GETTY IMAGES |
Me estas convenciendo para leer el libro y visitar la Abadía de Santa Hidelgarda.Estupendo relato.
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