Arte en el Camino |
(ETAPA ANTERIOR: De Portomarín a Palas de Rei)
Nada más salir de Palas nos encontramos con el Campo dos Romeiros, punto de encuentro tradicional de peregrinos. A partir de aquí y hasta Leboreiro todo es piedra, robles, eucaliptos y agua. Una delicia.
En Leboreiro merece la pena visitar la Iglesia de Santa María. Estaba cerrada y no pude admirar el panel de pintura mural (S.XVI) que guarda en su interior. Dicen que es digno de verse.
"Leboreiro es una de las aldeas más espectaculares de la etapa. Su nombre deriva de tierra de liebres. Su suelo empedrado lleva hasta un cruceiro. Unos metros más adelante, a mano derecha, se levanta la iglesia de Santa María (siglo XIII), que en su interior alberga unos sensacionales murales. El templo fue declarado por la Consellería de Cultura hito patrimonial del Camino. En su acceso se encuentra un peculiar cabazo. Los cabazos tienen la misma función que los hórreos, la de guardar y proteger el grano y otros alimentos. En época medieval Leboreiro también acogió un hospital de peregrinos fundado por la familia noble Ulloa...." https://caminodesantiago.lavozdegalicia.com/wp-content/uploads/2013/04/leboreiro1.jpg
Unos kilometros después vamos a cruzar el único punto negro de la etapa: un polígono industrial que han intentado disimular con referencias al Camino en los márgenes... Es feo pero también es verdad que he pasado por sitios peores desde Saint Jean hasta aquí.
Al llegar a Furelos se te olvida todo. A esta pequeña aldea se accede por el Puente de San Xoan (S.XII), considerado el mas bello de cuantos atraviesa el Camino Francés en Galicia. Te aconsejo que, para disfrutarlo, cojas el primer camino a la izquierda después de pasar el puente y te sientes un rato en la hierba... ¡qué sitio!.
Después de Furelos se asciende hasta Melide, el famoso pueblo del pulpo. Está lleno de lugares para comer pero mejor esperar a Casa Ezequiel, que se encuentra un poco más adelante. Es un clásico del Camino.
Lo mejor de este pueblo nos espera al final: la aldea de Santa María de Melide, con una fabulosa iglesia románica que guarda un abside increible.
A la salida de la aldea hay un lavadero, que no es que sea de los mejores del camino, pero ¡esta vivo!... hay mujeres lavando y peregrinos remojándose los piés. Da gusto verlo.
Continúamos hacia la aldea de Boente a través de un tupido bosque de eucaliptos y robles altísimos que sobrecoge. Entre tramo y tramo cruzamos arroyos en los que me quedaría y que, de vuelta, me llevaría al Sur.
Se atraviesa el Río Boente y llegas a la zona de A Portela, donde tenía una habitación reservada en la Casa Rural Milia. Hay que desviarse 400 m. del camino (una señal lo indica) pero merece la pena: una casa de piedra de dos alturas rodeada de prados. A la habitación, con dos ventanas que abren al jardín, no le falta un detalle (28 € la habitación de matrimonio para uso individual). De las mejores, en cuanto a relación calidad - precio, de todo el Camino.
Enfrente del alojamiento y separada tan solo por la N-547, está la Pensión Casa Garea, donde me dieron una estupenda ensaladilla rusa, pimientos del Padrón y queixo con membrillo (todo ello regado con tinto Mencia, de la Ribera Sacra) por 8 €. Un buen lugar para comer.
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